viernes, 14 de mayo de 2010

El Shibbólet del Psicoanálisis.

Quisiera comenzar este artículo partiendo de la premisa elaborada por el psicoanalista Braunstein y que fuera escrita en uno de sus artículos clave para la distinción del fenómeno Edípico; alardeando la cuestión vienesa y no la filosófica (Tragedia de Sófocles) como tal. Propuesta por demás muy acertada. Aquí el pequeño párrafo: “después de que Freud dijera en 1920 que el complejo de Edipo era el shibbólet que distinguía a los partidarios del análisis de sus oponentes, puede parecer que formular reservas en cuanto a la importancia y la trascendencia de ese complejo es colocarse en los límites mismos del discurso del psicoanálisis”. Si bien sabemos que Freud en su caminar psicoanalítico procuró que el Edipo fuera su máxima entre los medios psíquicos cuya comprensión de la estructuración básica del ser humano atiende a otros aspectos no calificables en el serhablante; a la sazón y hoy por hoy… nos concentramos en los aportes analizados y estudiados desde una perspectiva subjetiva pero al mismo tiempo objetiva. La hipótesis de Freud que es abarcativa en toda la extensión de la palabra no es sino una maraña de propuestas intangibles en las que determinar el Edipo como el shibbólet del psicoanálisis resultaría riesgoso e incluso muy aventurado pensarlo así. No es que el Edipo no tenga la importancia activa que determina al individuo como sujeto deseante o en falta; sino que no se puede determinar ese axioma como determinación imperial al hablar del hombre mismo. Así pues ¿qué concepto psicoanalítico tendríamos que tomar en cuenta como el shibbólet del mismo análisis? ¿Será que algún concepto único se podrá determinar como parte culminante del psicoanálisis? Interrogantes que trataremos de tomar en cuenta hasta cierto punto. Atendamos en primera instancia el aserto de la represión. Esa represión que constituye al sujeto una consecuencia del ser en el individuo. Incluso el mismo Néstor nos lo aclara cuando afirma que la “represión no es desaparición, perdón y olvido, es presencia constante en conflicto con lo represor. Si el deseo de la madre queda silenciado, es ni más ni menos, para engendrar todas las simbolizaciones que son, en última instancia, simbolizaciones del Falo”; cuyas anteriores determinarán toda una constitución psíquica ante la perspectiva de la vida y la forma en como se afrenta aquella. Sin embargo; desde mi punto de vista, la represión es sin duda uno de los conceptos cuyo vínculo máximo encontrará su culminación en un efecto mayor llamado: el ‘inconsciente’. Aunque sabemos que el término del inconsciente no fue creado por Sigmund Freud sino que ya había sido estudiado por otros autores; este vocablo sin lugar a dudas adquiere una gran importancia en la teoría psicoanalítica, tan es así que Lacan lo tradujera como la estructuración de un lenguaje. Un lenguaje que determina la existencia del individuo como persona a partir del Otro con mayúscula para devenir la esencia pura del parlêtre. Ahora bien, es de vital importancia que hagamos la notación especial para la bravura del mismo concepto; ya que esto nos ayudará a entender mejor el concepto al cual lo he denominado como el shibbólet del psicoanálisis. “Freud diferenciaba dos usos de esta palabra (inconsciente). Como adjetivo, simplemente designa los procesos mentales que no son materia de la atención consciente en un momento dado. Como sustantivo, designa uno de los sistemas psíquicos que Sigmund describió en su primera tópica de la estructura mental”. Recordemos que esta tópica la conforman tres localidades o instancias psíquicas llamadas consciente (Cs), preconsciente (Pcs) y el tan afamado concepto inconsciente (Ics). Instancias por supuesto que hacen surgir esa explicación ante una propuesta muy objetiva de todos los procesos inconscientes que adquieren un valor inamovible en el centro límbico de nuestro cerebro si es que nos queremos ver organicistas. De ahí surge una nueva forma de estructurar ontológicamente al individuo. Aquello en lo que estamos inmersos desde que nacemos y nos encontramos ante los sucesos más importantes desde el estadio del espejo como formador de ese ‘yo’; cuya influencia traslapa la consolidación de un enfoque determinista pero al mismo tiempo in-determinista para dar acceso a ese planteamiento sofisticado de la segunda tópica donde el ‘yo’ surge como regidor de vida y muerte en un mismo nivel. Como aquella moneda de las dos caras mejor conocidas como el tánatos y el eros. Influencias que se encuentran luchando una batalla de nunca acabar y que al mismo tiempo se enlazan para la formación de una neurosis como tal. Y si me refiero a la existencia de una neurosis; no la hago desde la perspectiva psiquiátrica cuyo simple significante abarcaría un trastorno a curar; sino que me refiero a aquella neurosis vista desde el lado psicoanalítico y que se plantea como lo más cercano a la normalidad. Con ello afirmo entonces que todos somos neuróticos desde una estructura e incluso una nosología lacaniana. Esto complementa aquello de lo que abordamos en un inicio cuando me refería a que el significante inconsciente es sin lugar a dudas el shibbólet del análisis. Y es que no vallamos muy lejos, Lacan formula todo un seminario dedicado a las formaciones del inconsciente (S5). La interrogante sería incluso ¿qué… no Lacan en ese seminario aborda precisamente el complejo de castración o el complejo Edípico? De ahí entonces que el inconsciente sea la médula espinal del sistema nervioso del psicoanálisis. Ya que es a partir de esas conexiones fibrosas de nuestra médula espinal las encargadas de llevar toda la información al cerebro, lo mismo pasa cuando decimos que el inconsciente tendrá que llevar todo el proceso psíquico a nuestra mente para dar acceso al conocimiento del ser. Ser que será externo en tanto se apalabra el proceso mental. Siguiendo el camino paralelo al inconsciente freudiano; Lacan establecería en dicho seminario una letra que de por sí aboga en tal sentido, que nos incluye en el centro de aquello que llamamos: “la instancia de la letra en el inconsciente”. Aquella letra que ubica al mismo discurso en un ambiente por demás objetivo para dar acceso al lenguaje estructurado que realza en este sentido; un devenir inconsciente en tanto que el inconsciente mismo es una estructuración de lenguaje entendiendo este como el significado total de la premisa lenguaje en primera instancia y conducta para la segunda. No cabe duda de que la aportación más importante para el psicoanálisis ha sido y seguirá siendo el estudio total del inconsciente. Imaginemos un ejemplo básico para corroborar esta situación. Supongamos que alguna persona en total distracción deja un billete de $100 en el bolsillo de su saco. Al no darse cuenta de que el billete lo metió en el bolsillo, entonces el billete para el individuo dejará de existir. ¿El billete existe para el sujeto? La respuesta tendrá un doble sentido. El billete sí existe pero se encuentra en un lugar en donde el sujeto no ha tenido acceso todavía. Así —es el inconsciente— ya que reaccionamos de una forma muy distinta a la que deberíamos actuar porque no nos damos cuenta de que tenemos la solución en nuestro inconsciente. Bastaría entonces buscar en todos los bolsillos de todos los sacos para encontrar el famoso billete de cien pesos. De ahí, que todos los sujetos debiéramos buscar en nuestro inconsciente todo aquello que nos acecha para poder reelaborar nuestros procesos mentales. Cabe destacar que esto no es una tarea sencilla ni corta de tiempo; sino todo lo contrario. De tal forma que acudir con un psicoanalista nos ayudará de forma determinante. Por ello se afirma que “el inconsciente es la determinación del sujeto por el orden simbólico”. Para terminar involucraré algunas ideas breves pero relevantes de nuestro afamado psiquiatra en donde comunica que “el inconsciente no es interior; sino todo lo contrario, puesto que la palabra y el lenguaje son fenómenos intersubjetivos… por así decirlo, el inconsciente está fuera. Esta exterioridad de lo simbólico en relación con el hombre es la noción misma del inconsciente. Si el antes mencionado parece interior, éste es un efecto de lo imaginario, que bloquea la relación entre el sujeto y el Otro e interviene el mensaje del Otro”.

Bibliografía:
Seminario 5 "Las Formaciones del Inconsciente". Jacques Lacan. Paidós.
Diccionario Introductorio Lacaniano. D. Evans. Paidós.
El Discurso del Psicoanálisis. Varios Autores. Siglo XXI.

Imagen de: florecejonia.wordpress.com

sábado, 1 de mayo de 2010

Enfermedad Mental y Personalidad de Michel Foucault.

Recomendación bibliográfica:
Los problemas teóricos con que se enfrenta la patología mental parecen provenir del hecho de que las nociones de enfermedad, síntoma y etiología adquieren en ella el mismo sentido que en la patología orgánica. Si definir la enfermedad y la salud psicológica. Si definir la enfermedad y la salud psicológicas resulta tan difícil, ¿no será porque nos esforzamos en vano en aplicarles masivamente los conceptos destinados a la medicina somática, atribuyéndoles la causalidad de las perturbaciones orgánicas? Es evidente que la ciencia médica, al establecer la división entre lo positivo y lo negativo, lo normal y lo patológico, lo comprensible y lo incomunicable, lo significante y lo insignificante, codifica la rarez -la anormalidad- de aquello que escapa a lo racional, lo que da lugar a un amplio movimiento destinado a poner vallas: el loco al asilo, el enfermo al hospital, el asocial a la prisión. Frente a esto, el texto de Foucault pretende demostrar que la raíz de la patología mental no debe estar en una especulación sobre cierta "metapatología", sino sólo en una reflexión sobre el hombre y sobre las ciencias humanas: una reflexión liberada de esas abstracciones que oscurecen la verdad de la enfermedad y alienan la realidad del enfermo.

Fuente e imagen de: paidós.com.