domingo, 19 de febrero de 2012

La Cuestión de lo Infantil.



La psicología infantil como inclusión en los procesos mentales nos deja ver muy en claro la petición filosófica que recae en sí un ambiente fastuoso e incluso inadvertido. Recordemos las palabras de Freud en sus escritos cuando dice lo siguiente: “…los niños son los filósofos…” frase que nos deja un excelente parámetro de adecuación a la filosofía misma; y es que plantearse en la cuestión infantil un saber que no es sabido —diría Jacques Lacan— sino por aquellos pequeñines que parten del axioma la cuestión del análisis crítico y su famosa pregunta ¿por qué? es sin duda replantearse cuestiones discursivas más allá de la punta del iceberg. Estar en contacto con la psicología infantil no es sencillo. Cada día se presenta en la clínica un caso distinto y con retos que de antemano deberán afrontarse con todo el esfuerzo encaminado para abordar cualquier situación adversa. Sirva esto como un anclaje en el camino del desarrollo humano pero desde el punto de vista mental y no cronológico. No olvidemos que en cierta medida nuestra edad no corresponde a nuestros procesos mentales; de ahí que afrontar un desarrollo psicológico sea más complejo que la misma edad física. Sea más complejo que el conocimiento que se tenga de los teóricos y que si bien nos proporcionan herramientas muy importantes; no nos dan la panacea de aquello que llamamos la infancia. Para muestra basta un botón; basta leer con atención el caso Juanito para darnos cuenta de que la infancia en sí encierra algo más allá de lo conocido. Con esto quiero citar a Freud a propósito del historial de Juanito: “el pequeño demuestra aquí una claridad realmente superior”. Cita que hace referencia cuando Hans afirma que no tendrá más miedo. Esto se liga cuando en el Apéndice al análisis del pequeño Hans se advierte lo siguiente: “ninguno de esos temores se cumplió. El pequeño Juanito lucía brillante juventud de 19 años. Aseveró hallarse totalmente bien y no padecer de males ni inhibiciones. No sólo había pasado sin daño la pubertad, sino que había superado una de las más difíciles pruebas para su vida afectiva. Sus padres se había divorciado, y cada uno de ellos concertó un nuevo matrimonio”. A veces creemos como analistas o psicólogos que alcanzaremos a comprender su infinita sabiduría pero creo que cada día más lo demuestran las estadísticas que esto no es así. De cualquier forma nos preguntamos ¿podemos ayudar a los pacientes infantes en algo? La respuesta es sencilla. Desde mi punto de vista creo que no estamos aquí para ser los altruistas de nuestros pacientes sino que somos y digo una vez más desde el contexto del ser; somos capaces de acompañar a esos infantes en algo. Tenemos que tener la capacidad para involucrarnos en su saber; ya que de alguna forma observamos sus conductas. Necesitamos involucrarnos en su lenguaje y en su simbolismo. Y con esto cito a Lacan: “observen que no sólo podemos captar el paso de lo imaginario a lo simbólico en este punto, hay muchos otros, de toda clase. Vemos cómo se va estableciendo poco a poco un paralelo entre la observación del hombre de los lobos y la de Juanito, y podemos comparar las vías por las cuales, en uno y otro caso, se aborda la imagen fóbica. Todavía no hemos delimitado su significación, pero para hacerlo, primero es preciso recurrir a la experiencia de su abordaje por parte del niño. En el hombre de los lobos, es claramente una imagen, sin duda, pero una imagen que se encuentra en un libro de imágenes, y el objeto fóbico es ese lobo surgido del libro. Esto tampoco falta en Juan. En su libro de imágenes, en la misma página donde se encuentra la imagen que él mismo nos muestra, la de la caja roja donde la cigüeña trae a los niños, es decir el nido de cigüeñas en lo alto de la chimenea, figura como por casualidad un caballo al que le están poniendo herraduras. ¿Qué encontramos a lo largo de toda esta observación? Encontraremos, pues buscamos, estructuras que intervienen en una especie de movimiento rotatorio de esos instrumentos lógicos…la solución. ¿La solución de qué?” yo diría la solución de la búsqueda de un simbolismo que nos proporcione alcanzar el saber no sabido del infante para que su destino de vida sea acorde con su misma filosofía. Por tanto aquello que determinamos infancia deberá determinarse en un sinónimo llamado simbolismo infantil que coadyuve los esquemas universales de la infancia en sí; para alcanzar con ello una determinación invaluable de lo que el nudo borromeo nos presenta con anclaje entre lo real, lo simbólico y lo imaginario. Nuestro acaecer cerebral está ávido de involucrarse en ese rol triádico que le permita transitar al sujeto de manera distinta y porqué no hasta feliz. Sirva esta pequeña reflexión alcanzar en los analistas infantiles un mejor conocimiento de sí mismos y del simbolismo de sus pacientes.

Referencias:

Freud, Sigmund (1909). Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans). Amorrortu Editores.

Lacan, Jacques (1957). La Relación de Objeto. Paidós.


Imagen de: fort-da.org.