martes, 22 de diciembre de 2009

El Inconsciente. Parte 2.

Los Antecedentes Filosóficos.

Los antecedentes filosóficos de la noción de inconsciente se peden encontrar en G. W. Leibniz, quien subrayó la importancia de la "pequeñas percepciones" que "forman ese no sé qué, esos gustos, esas imágenes de la cualidades sensibles, claras en conjunto, pero confusas en las partes; esas impresiones que los cuerpos que nos rodean dejan en nosotros y que involucran al infinito; ese vínculo que cada ser tiene con todo el resto del universo. El inconsciente vuelve con I. Kant quien, respondiendo a las objeciones de J. Locke, según el cual no se puede hablar de representaciones de las que no se es consciente, escribe que "podemos ser conscientes mediatamente de una representación de la que no lo somos inmediatamente". Pero es con F. W. J. Schelling con quien el inconsciente se vuelve uno de los aspectos fundamentales del absoluto como identidad de naturaleza y espíritu, en el sentido de que "el inconsciente es la raíz invisible de la que todas las inteligencias no son otra cosa que potencias; es el eterno intermediario entre el sujeto que se autodetermina en nosotros y el objetivo o intuyente. A Schopenhauer concibe el inconsciente como voluntad irracional más allá de las coordenas del espacio y del tiempo, no regulado por el principio de causalidad que preside nuestras representaciones. E. von Hartmann, partiendo de Schelling y de Schopenhauer, introduce explícitamente el término 'inconsciente', del que el espíritu y la materia no serían sino dos representaciones diferentes.
S. Frued, que hace del inconsciente el centro de la teoría psicoanalítica, reconoce los antecedentes filosóficos: "Acaso entre los hombres sean los menos quienes tienen en claro cuán importantísimo paso, para la ciencia y para la vida, significaría el supuesto de uno procesos anímicos inconscientes. Apresurémonos a agregar, empero, que no fue el psicoanálisis el primero en darlo. Cabe citar como predecesores a renombrados filósofos, sobre todo al gran pensador Schopenhauer, cuya 'voluntad' inconsciente es equiparable a la 'vida pulsional' del psicoanálisis. Es el mismo pensador, por lo demás, que con palabras de inolvidable acento ha recordado a los hombres la significación siempre subestimada de su pujar sexual. El psicoanálisis sólo ha tenido prioridad en esto: no se limitó a afirmar en abstracto esas dos tesis tan penosas para el narcisismo (la significación de la sexualidad y la condición de inconsciente de la vida anímica), sino que las demostró en un material que toca personalmente a cada quien y lo obliga a tomar posición frente a ese problema. Pero por eso mismo se atrajo la aversión y las resistencias que no osan enfrentarse con el gran nombre del filósofo.
Desde el punto de vista de la psicología experimental, centrada exclusivamente en la experiencia del consciente, G. T. Fechner retomó de J. F. Herbart el concepto de "umbral de la conciencia" (por debajo del cual las ideas son inconscientes) para representar la mente humana como unn témpano del cual sólo la punta emerge en la supericie; mientras que en el campo médico, además de C. G. Carus, quien sostenía que "la clave para la comprensión de la vida consciente reside en la región del inconsciente", la psicopatología francesa, con J. M. Charcot, P. Janet y T. A. Ribot, se refirió a la vida psíquica inconsciente para explicar el automatismo psicomotor, la sugestión posthipnótica, el sonambulismo y los síntomas histéricos.

Bibliografía: Diccionario de Psicología; Umberto Galimberti; Siglo XXI.

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