“…el amor es paciente, es amable;
el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe…”
(1 Cor. 13, 4: Biblia de Jerusalén).
No cabe duda de que el significante ‘amor’ sigue siendo desde tiempos muy remotos difícil de definir. Muchos lo tratan de explicar haciendo poemas, otros por medio de cartas a sus amadas(os), algunos más con expresiones de sacrificio religioso; en fin, distintas formas de precisar dicha palabra. Sin embargo; nos damos cuenta de que ninguno tiene la definición correcta. De ahí que, la pregunta que nos hacemos para entablar con más claridad una teorización sería entonces: ¿qué es el amor? Pregunta nada difícil de formular pero sí de contestar. Por ello este artículo intentará plasmar una respuesta congruente para el mejoramiento de la subjetividad de dicho vocablo. Galimberti en su diccionario de psicología nos propone que el amor está totalmente involucrado con un intercambio afectivo entre individuos, para la obtención de un bienestar tanto psicológico como fisiológico; ya que estos procesos lo determinarían ontológicamente. Por lo tanto, quiero hacer una aclaración que sin duda es de vital importancia para el mejor manejo de la conceptualización que aquí se revisará. Todas las nociones están determinadas por un lenguaje totalmente en el idioma español; cuyas formas simbólicas le son propias para una simbolización y, que a su vez, se adecua a la cultura de habla hispana. Sin más preámbulos comencemos a tratar de explorar con mayor ahínco nuestro tema. Para encabezar dicho apartado quiero establecer en el presente artículo que al significante amante se le vociferará como el erastḗs y al objeto amado como el erṓmenos. La Biblia ha dejado muy en claro desde sus inicios que el amor es indispensable para el mensaje de salvación ya que también; forma parte de su estandarte para la realización de una institución clerical. San Juan uno de los evangelistas más reconocidos se separa de los otros evangelios denominados sinópticos, para instituir desde una primicia convencional y ancestral que el amor de Dios es lo más excelso tanto para sus adeptos como para los que no lo son. San Pablo —así como Juan el evangelista— quien en su momento trataba de ganar partidarios para la religión católica, se encargó de notificar a la comunidad de Corinto la grandeza del amor que Dios le tiene a sus hijos amados (significante que en lo posterior examinaremos con más claridad para demostrar que éste no existe en una relación de amor) de la siguiente manera: “El amor es paciente, es amable; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca” (1 Cor. 13, 4-8). Interesante propuesta sobre este tema y que me lleva a pensar incluso que la definición es más congruente con una propuesta filosófica igualmente excelsa que propone Fedro en el texto del Banquete de Platón. Haciendo una relectura profunda de dicho texto; nos encontramos con una diversidad de conceptos sobre el amor. Recordemos que los personajes del libro antes mencionado, se reúnen entre sí para dar contestación a aquello que llamaban el eros, el amor. Para ello recomiendo releer tanto el Banquete como el Seminario Ocho de J. Lacan y así sumergirse hasta el fondo en ese pequeño mar que nos actualiza y nos reelabora un conocimiento superior. Intentemos emprender la propuesta hecha por Fedro y su capacidad de dominio sobre la trama amorosa. Para él, -el amor-, no es otra cosa sino el BIEN; el bien entendido como ese sentimiento innato que nos proporciona a los seres humanos una mejor convivencia entre personas; cuyo bienestar fisiológico y psicológico es sin duda estructural a nuestro ser. De hecho Lacan en su S8 (La Transferencia) lo plantea como la metáfora del amor. Si bien no ahondaremos mucho sobre el abordaje presentado sobre cada uno de los personajes, si entablaremos la propuesta más selecta. Posterior a Fedro comenzará Pausanias. Él decía que el amor estaba ligado a la virtud, aunque con un supuesto muy ambivalente y subjetivo ya que establecía que el cariño no era ni bello ni feo. A continuación tomará la palabra el médico Erixímaco y como hombre de ciencia implantaba un nuevo abordaje sobre el afecto; ya que éste se encontraba no sólo en el alma de los seres humanos, sino también en todo los demás objetos. Ahora seguirá Aristófanes con su esbozo sobre el amor. Sin duda el más conocido por todos como la media naranja. Él formulaba que el ser humano en un inicio estaba creado por una sola pieza. Al existir una ruptura por la mitad, todos ellos quedaban destinados a encontrar la mitad faltante y a partir de esa completud; el amor sobresale en ellos mismos. El siguiente en hablar es Agatón como un digno anfitrión de fiesta y grande entre muchos eruditos de aquella época. Constituía al amor como bello y joven, delicado, virtuoso, fuerte y justo. Posteriormente, la entrada triunfal del más grande de los sabios —Sócrates— obtendrá su turno. Dicho personaje comentaba que el saber del amor se lo agradecía a Diotima (con esto nos damos cuenta de la importancia que tenía la mujer para Platón) hembra conocedora del saber del eros. El eros pertenece a su vez a dos grandes significantes del todo opuestos que son: a) la pobreza y b) la abundancia. De tal suerte que lo feo pertenece a la primera y lo bello a la segunda. Cuyo matrimonio son la base para que el amor se desplace en todo sentido y así, se establezca un termino medio cuyo objeto de amor será la generación. Para terminar el texto Alcibíades se incorpora por último a la plática. Personaje enamorado de Sócrates y cuyo individuo último no corresponderá a ese afecto. Con este preámbulo nos adentraremos a lo que S. Freud propone sobre su terminología del eros (Dios del amor) y el tánatos (muerte) cuyas representaciones mentales sin duda dan un conocimiento más amplio en lo concerniente al amor. A partir de ese momento “Freud se sirve generosamente del término griego eros para designar al conjunto de las pulsiones de vida (que comprenden las pulsiones sexuales y las pulsiones de autoconservación) que se oponen a las primeras. Este uso podría ser engañoso. Eros, en efecto, no es otro que el Dios griego del Amor. ¿Sería acaso en el amor donde habría que buscar la fuerza que conduce al mundo, la única capaz de oponerse a tánatos, la muerte? Tal concepción sería, en la óptica freudiana, totalmente criticable” (Chemama y Vandermersch, 2004). Por ello incluso J. Lacan diría que el amor es la transferencia. Ahora bien, desde la perspectiva lacaniana podemos incluir que nada se ha escrito al menos hablando objetivamente del amor cuando dice: “Por cierto, en cuanto uno comienza a hablar sobre el amor, desciende a la imbecilidad” (S20, Jacques Lacan). Así, nos toca involucrarnos a realizar nuestra propia teorización y aclarar desde otro punto de vista nuestro objeto de estudio. Amor, Amante y Amado. Palabras que están totalmente ligadas y que en realidad, -desde mi punto de vista-, sólo para la existencia de una 'relación de amor'; con la presencia de dos amantes sería suficiente. Es decir, el último significante debería desaparecer. ¿Por qué el significante amado se le obligará a evaporarse? De entrada en una relación amorosa ya sea para con un mismo sujeto (narcisismo) o para con otro objeto de amor, siempre se involucrarán la parte activa (erastḗs) y la parte pasiva (erṓmenos). Ahora bien, ¿la parte pasiva tendrá un lugar en la relación del amante si el mismo amado no propone en nada una relación de reciprocidad? Sin duda surgiría también otra pregunta ¿ese erṓmenos no deberá tener la obligación de amar también como el amante ama a su amado? Por supuesto que sí. De hecho en la religión católica se espera que uno ame a los demás como se ama a sí mismo y así nos damos cuenta de la coexistencia de una reciprocidad en la relación amorosa. Incluso Lacan nos propone lo siguiente: “…lo que los Dioses encuentran sublime, más maravilloso que ninguna otra cosa, es que el amado se comporte como se esperaría que se comportara el amante” (S8, noviembre de 1960). Es por esto; que la enunciación de una fórmula impuesta para este aspecto es la siguiente: [amante 1(a1) + amante 2 (a2) = relación de amor (RA) {a1 + a2 = RA}]. Pero… ¿dónde está el amado en la fórmula anterior? Definitivamente se ha establecido la inexistencia del erṓmenos. Mi fundamento apuntaría entonces a que la completud de una relación amorosa dependerá al cien por ciento de una relación entre dos amantes, donde la actividad sea recíproca entre sus miembros y cuya finalidad se encuentren en dicha relación un bienestar tanto fisiológico como psicológico y así transitar de una manera adecuada; ésto sin olvidar entonces que la completud se encuentra atravesada por la falta ontológica y psíquica del sujeto lacaniano.
Bibliografía:
Biblia de Jerusalen. Varios Autores. Desclée De Brouwer.
Diálogos de Platón. Platón. Porrúa.
Diccionario del Psicoanálisis. Chemama y Vandermesch. Amorrortu E.
Diccionario de Psicología. Galimberti. Siglo XXI.
Seminario 8 “La Transferencia”. Jacques Lacan. Paidós.
el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe…”
(1 Cor. 13, 4: Biblia de Jerusalén).
No cabe duda de que el significante ‘amor’ sigue siendo desde tiempos muy remotos difícil de definir. Muchos lo tratan de explicar haciendo poemas, otros por medio de cartas a sus amadas(os), algunos más con expresiones de sacrificio religioso; en fin, distintas formas de precisar dicha palabra. Sin embargo; nos damos cuenta de que ninguno tiene la definición correcta. De ahí que, la pregunta que nos hacemos para entablar con más claridad una teorización sería entonces: ¿qué es el amor? Pregunta nada difícil de formular pero sí de contestar. Por ello este artículo intentará plasmar una respuesta congruente para el mejoramiento de la subjetividad de dicho vocablo. Galimberti en su diccionario de psicología nos propone que el amor está totalmente involucrado con un intercambio afectivo entre individuos, para la obtención de un bienestar tanto psicológico como fisiológico; ya que estos procesos lo determinarían ontológicamente. Por lo tanto, quiero hacer una aclaración que sin duda es de vital importancia para el mejor manejo de la conceptualización que aquí se revisará. Todas las nociones están determinadas por un lenguaje totalmente en el idioma español; cuyas formas simbólicas le son propias para una simbolización y, que a su vez, se adecua a la cultura de habla hispana. Sin más preámbulos comencemos a tratar de explorar con mayor ahínco nuestro tema. Para encabezar dicho apartado quiero establecer en el presente artículo que al significante amante se le vociferará como el erastḗs y al objeto amado como el erṓmenos. La Biblia ha dejado muy en claro desde sus inicios que el amor es indispensable para el mensaje de salvación ya que también; forma parte de su estandarte para la realización de una institución clerical. San Juan uno de los evangelistas más reconocidos se separa de los otros evangelios denominados sinópticos, para instituir desde una primicia convencional y ancestral que el amor de Dios es lo más excelso tanto para sus adeptos como para los que no lo son. San Pablo —así como Juan el evangelista— quien en su momento trataba de ganar partidarios para la religión católica, se encargó de notificar a la comunidad de Corinto la grandeza del amor que Dios le tiene a sus hijos amados (significante que en lo posterior examinaremos con más claridad para demostrar que éste no existe en una relación de amor) de la siguiente manera: “El amor es paciente, es amable; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca” (1 Cor. 13, 4-8). Interesante propuesta sobre este tema y que me lleva a pensar incluso que la definición es más congruente con una propuesta filosófica igualmente excelsa que propone Fedro en el texto del Banquete de Platón. Haciendo una relectura profunda de dicho texto; nos encontramos con una diversidad de conceptos sobre el amor. Recordemos que los personajes del libro antes mencionado, se reúnen entre sí para dar contestación a aquello que llamaban el eros, el amor. Para ello recomiendo releer tanto el Banquete como el Seminario Ocho de J. Lacan y así sumergirse hasta el fondo en ese pequeño mar que nos actualiza y nos reelabora un conocimiento superior. Intentemos emprender la propuesta hecha por Fedro y su capacidad de dominio sobre la trama amorosa. Para él, -el amor-, no es otra cosa sino el BIEN; el bien entendido como ese sentimiento innato que nos proporciona a los seres humanos una mejor convivencia entre personas; cuyo bienestar fisiológico y psicológico es sin duda estructural a nuestro ser. De hecho Lacan en su S8 (La Transferencia) lo plantea como la metáfora del amor. Si bien no ahondaremos mucho sobre el abordaje presentado sobre cada uno de los personajes, si entablaremos la propuesta más selecta. Posterior a Fedro comenzará Pausanias. Él decía que el amor estaba ligado a la virtud, aunque con un supuesto muy ambivalente y subjetivo ya que establecía que el cariño no era ni bello ni feo. A continuación tomará la palabra el médico Erixímaco y como hombre de ciencia implantaba un nuevo abordaje sobre el afecto; ya que éste se encontraba no sólo en el alma de los seres humanos, sino también en todo los demás objetos. Ahora seguirá Aristófanes con su esbozo sobre el amor. Sin duda el más conocido por todos como la media naranja. Él formulaba que el ser humano en un inicio estaba creado por una sola pieza. Al existir una ruptura por la mitad, todos ellos quedaban destinados a encontrar la mitad faltante y a partir de esa completud; el amor sobresale en ellos mismos. El siguiente en hablar es Agatón como un digno anfitrión de fiesta y grande entre muchos eruditos de aquella época. Constituía al amor como bello y joven, delicado, virtuoso, fuerte y justo. Posteriormente, la entrada triunfal del más grande de los sabios —Sócrates— obtendrá su turno. Dicho personaje comentaba que el saber del amor se lo agradecía a Diotima (con esto nos damos cuenta de la importancia que tenía la mujer para Platón) hembra conocedora del saber del eros. El eros pertenece a su vez a dos grandes significantes del todo opuestos que son: a) la pobreza y b) la abundancia. De tal suerte que lo feo pertenece a la primera y lo bello a la segunda. Cuyo matrimonio son la base para que el amor se desplace en todo sentido y así, se establezca un termino medio cuyo objeto de amor será la generación. Para terminar el texto Alcibíades se incorpora por último a la plática. Personaje enamorado de Sócrates y cuyo individuo último no corresponderá a ese afecto. Con este preámbulo nos adentraremos a lo que S. Freud propone sobre su terminología del eros (Dios del amor) y el tánatos (muerte) cuyas representaciones mentales sin duda dan un conocimiento más amplio en lo concerniente al amor. A partir de ese momento “Freud se sirve generosamente del término griego eros para designar al conjunto de las pulsiones de vida (que comprenden las pulsiones sexuales y las pulsiones de autoconservación) que se oponen a las primeras. Este uso podría ser engañoso. Eros, en efecto, no es otro que el Dios griego del Amor. ¿Sería acaso en el amor donde habría que buscar la fuerza que conduce al mundo, la única capaz de oponerse a tánatos, la muerte? Tal concepción sería, en la óptica freudiana, totalmente criticable” (Chemama y Vandermersch, 2004). Por ello incluso J. Lacan diría que el amor es la transferencia. Ahora bien, desde la perspectiva lacaniana podemos incluir que nada se ha escrito al menos hablando objetivamente del amor cuando dice: “Por cierto, en cuanto uno comienza a hablar sobre el amor, desciende a la imbecilidad” (S20, Jacques Lacan). Así, nos toca involucrarnos a realizar nuestra propia teorización y aclarar desde otro punto de vista nuestro objeto de estudio. Amor, Amante y Amado. Palabras que están totalmente ligadas y que en realidad, -desde mi punto de vista-, sólo para la existencia de una 'relación de amor'; con la presencia de dos amantes sería suficiente. Es decir, el último significante debería desaparecer. ¿Por qué el significante amado se le obligará a evaporarse? De entrada en una relación amorosa ya sea para con un mismo sujeto (narcisismo) o para con otro objeto de amor, siempre se involucrarán la parte activa (erastḗs) y la parte pasiva (erṓmenos). Ahora bien, ¿la parte pasiva tendrá un lugar en la relación del amante si el mismo amado no propone en nada una relación de reciprocidad? Sin duda surgiría también otra pregunta ¿ese erṓmenos no deberá tener la obligación de amar también como el amante ama a su amado? Por supuesto que sí. De hecho en la religión católica se espera que uno ame a los demás como se ama a sí mismo y así nos damos cuenta de la coexistencia de una reciprocidad en la relación amorosa. Incluso Lacan nos propone lo siguiente: “…lo que los Dioses encuentran sublime, más maravilloso que ninguna otra cosa, es que el amado se comporte como se esperaría que se comportara el amante” (S8, noviembre de 1960). Es por esto; que la enunciación de una fórmula impuesta para este aspecto es la siguiente: [amante 1(a1) + amante 2 (a2) = relación de amor (RA) {a1 + a2 = RA}]. Pero… ¿dónde está el amado en la fórmula anterior? Definitivamente se ha establecido la inexistencia del erṓmenos. Mi fundamento apuntaría entonces a que la completud de una relación amorosa dependerá al cien por ciento de una relación entre dos amantes, donde la actividad sea recíproca entre sus miembros y cuya finalidad se encuentren en dicha relación un bienestar tanto fisiológico como psicológico y así transitar de una manera adecuada; ésto sin olvidar entonces que la completud se encuentra atravesada por la falta ontológica y psíquica del sujeto lacaniano.
Bibliografía:
Biblia de Jerusalen. Varios Autores. Desclée De Brouwer.
Diálogos de Platón. Platón. Porrúa.
Diccionario del Psicoanálisis. Chemama y Vandermesch. Amorrortu E.
Diccionario de Psicología. Galimberti. Siglo XXI.
Seminario 8 “La Transferencia”. Jacques Lacan. Paidós.
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